El mundo es vender, en cualquier profesión que nos desarrollemos hay una venta de por medio, unos venden servicios, otros productos, otros maquinarias y otros como nosotros vendemos ideas, conceptos, sueños, estrategias. Vender de por si no es sencillo, es vivir en una constante guerra con el comprador para persuadirlo de preferir un producto, es pensar a cada rato cual será la próxima táctica para asegurar la fidelidad, sin embargo vender productos tiene un efecto más inmediato que vender servicios y evidentemente mucho más rápido que vender ideas.
En cualquiera de los tipos de ventas que se hagan hay todo un aparataje detrás que asegura el éxito de las mismas, mas allá de las fulanas cuatros Pes hay una serie de aspectos a tomar en cuenta al momento de vender, desde como saludar, el color de la corbata y el lenguaje corporal, hasta el discurso, los argumentos y cierre con broche de oro.
La prostituta más barata que no ha ido a Escuelas de Negocios sabe que ese corsé no le ayudará en sus ingresos y que el maquillaje sencillo no llama la atención, que si no se contonea no captará clientes, ella sabe que cada día tiene que cambiar, renovarse y actualizarse para asegurar su permanencia. Lo mismo haría un empresario formado en Hardvard, sustituyendo el corsé por unas buenas oficinas, el maquillaje por un personal bien vestido, el contoneo por productos innovadores y asegura su permanencia con estrategias y servicios nuevos.
Para quienes trabajamos en publicidad vender es más de lo que conocemos, implica ser un anaquel andante de ideas y conceptos creativos que debe estar ordenado y abastecido constantemente, listos para cualquier necesidad. Vender nos lleva meternos en la piel de marcas que posiblemente no nos gusten y ser fieles consumidores; a creernos que algunos productos son buenos y transmitirlo al cliente, es tener el poder de llevar a una empresa al éxito o al fracaso.
Vender en publicidad es vivir contrarreloj, es una carrera contra el tiempo, es tener un plan estratégico en 4 días y una campaña desarrollada en un mes, es sonreír ante un rotundo no a esa idea grandiosa, es ofrecer la tarjeta de presentación a cualquiera que se perfile como un futuro cliente.
En la vida, somos vendedores de nosotros mismos, aplicamos las mismas técnicas que aplicaría cualquier corporación para las ventas, estamos constantemente en oferta en lo sentimental, laboral y personal, de allí la frase “Lo que no se exhibe no se vende”, y si no salimos a la calle, somos un producto en el depósito. Nuestra imagen, nuestro lenguaje, nuestra dicción y nuestras acciones son las que nos hacen buenos o malos productos, de buena o de mala calidad, en rebajas o a precio de lanzamiento, así que la próxima vez que salgamos a la calle, salgamos a hacer la mejor venta, la nuestra.
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