jueves, 24 de febrero de 2011

Buzón de Quejas y Sugerencias


Si el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, este ser místico no debe estar muy bien de la cabeza, porque el hombre tiene cada cosa que nunca deja de impresionarme; si el hombre se exhibiera en un zoológico seria la mayor atracción, le robaría el show al rugido de león y al cuello alto de la jirafa, al plumaje del pavo real y las locuras de los monos, porque somos irremediablemente complicados, salvo algunas excepciones.

Basta con escuchar detenidamente a la gente y ver que efectivamente siempre sale un loco a la calle, gente que anda alterada, susceptible, gente menos escrupulosa que mata a sus padres e hijos, gente que hace huelgas de hambre en un país que ya de por si se muere de hambre, entre otras cosas. Pero particularmente he visto, me topado, he conocido y conozco gente con la habilidad increíble de quejarse, gente que se victimiza y se hace la pendeja ante sus propios problemas.

Quejarse es muy rico, no lo niego, sentarse y hablar pestes de algo es súper liberador y catarsis, adicionalmente es muy sencillo, no requiere talento pero si requiere actitud, quejarse tiene además el carácter institucional desde que se inventó la Atención al Cliente o Centros de Reclamos y Sugerencias; además quejarse está de moda desde hace 13 años de socialismo.

Si algo trato de evitar es un conflicto, no me gusta pelear y por eso peco de tonto y no me quejo de muchas cosas, quizás también porque siempre resuelvo lo que me molesta, pero si me dieran la oportunidad de quejarme aflorarían muchísimas cosas, y pasarían 5 moccacinos o 7 cervezas y todavía seguiría hablando, pero afortunadamente no se me ha dado el chance, porque dejaría libre a una versión de mí que me parece patética, cómoda y hasta descarada.

Adicionalmente creo que para quejarte debes tener una solida moral, porque sino manejaríamos un doble discurso, no podemos pregonar una cosa que no hacemos; nunca falta el que se queja del Metro pero se sigue montando, la señora que se queja de lo caro que el queso en Excelsior pero ni loca va un mercado popular, la típica chica que se queja del novio pero no termina con él porque lo “ama”, el muy de moda chico que se queja de Venezuela pero no sabe ni como comprar un pasaje para irse, el señor que se queja que el negocio nuevo no prospera pero ni una pancarta tiene, la mujer casada que se queja de los niños y los colegios caros pero anda buscando un campamento de verano en Canadá, el joven que no encuentra trabajo pero le parece fastidioso ir entrevistas y arreglarse y venderse como el mejor empleado… para que? Que fastidio.

Y siempre sale un imbécil que dice: todo el mundo se queja, no nada mas aquí - pero la diferencia es que en otros lados las quejas son las alarmas de las oportunidades, alguien algún dia se quejó de tener que salir de la casa y no estar conectado con sus amigos y tiempo después surgió el internet móvil; seguramente alguien se quejó de la subidera de escaleras y surgió un ascensor. Egipto se quejo brillantemente de su gobierno y el hombre se tuvo que ir, y nosotros que hemos hecho con las quejas? dónde las guardan? para qué nos quejamos sino tenemos la solución, cual es el fin de quejarnos en un país que no sabe resolver.

Un león se queja del encierro en una jaula pero no tiene la facultad de resolverlo, nosotros si, tenemos que quejarnos porque si, pero esa queja debe venir atada a una solución, si nos quejamos de la malas mañas del esposo debemos también tener la solución para mejorarlo, si nos quejamos de la falta de amor debemos pensar porque no ha llegado esa persona y salir a buscarla. Siempre he creído que las oportunidades no se pierden, las aprovecha otro, y quejarnos es dejarle el paso libre a ese otro.

El modelo de quejas que hemos aprendido durante años es aquel donde nos desahogamos y luego nos sentamos en la sala de espera a que nos llamen y nos den la solución, mientras conversamos con el de al lado y nos quejamos del mal servicio, lo mucho que se tardan, el horario a atención al público, entre otras cosas, pero jamás nos hemos acercado a buzón de sugerencias a aportar algo, solo lo usamos para botar el envoltorio de caramelos o el recibo que emite el cajero automático.

El mundo se debe estar quejando de nosotros por lo mal que manejamos el país, porque no aportamos nada, porque no desarrollamos nada, porque lo que hacemos es quejarnos del calor, del frio, de la lluvia, del nivel de sal de la playa, de la cola, del mercado, del Directv cuando hay lluvia, de la película pirata mal grabada, de los zapatos Adidas de imitación que se rompieron al mes, del embarazo precoz y las niñas brinconas, de los estudios que son muy exigentes, y así vamos.

Yo prefiero empezar a ver las cosas con mas optimismo, prefiero pensar que el metro esta full pero me lleva rápido a la oficina, que la cola es horrible pero tengo carro, que los disfraces están muy caros pero hay motivos para celebrar y disfrazarnos, que la navidad es un gentío pero comprando el mejor regalo posible, que las camionetas son horribles pero me dejan frente a la casa y además no tengo chofer, prefiero comenzar a ver las cosas con la óptica que merecen, y quejarme cuando lo amerita, pero solucionar cuando se requiere.
Dejen de quejarse, o me quejare de su poca disposición para resolver.

domingo, 6 de febrero de 2011

Por Altamira me hace el favor señor! ...


Siempre he sido admirador de Caracas, trato de conocerla, disfrutarla, vivir de ella, trato de ser un buen ciudadano, cruzar en el rayado, entre otras cosas; soy de los que cree que El Silencio es bellísimo, que la Av. Libertador es un atajo perfecto y que la Cota Mil no la supera nadie cuando llegar rápido se quiere, creo que La Candelaria huele a inmigrantes españoles, que el centro es una pesadilla pero al mismo tiempo un punto de compras rápidas.

Caracas es más que el lugar donde nací, es donde se todo lo que se, es donde uno aprende técnicas de supervivencia, donde matas el hambre con una bala fría en cualquier lugar, pero de todos los lugares que tiene Caracas, tengo especial afinidad o gusto por Altamira, me parece perfecto, sueño con vivir en el edificio que sirve de copete a la Plaza Francia, y despertarme con una gran taza de café y tener de vista el Obelisco.

Altamira es siempre mi punto de encuentro para casi todo, cuando voy hacer algo siempre digo: Nos vemos en Altamira! – es mi punto de partida de cualquier plan, desde la plaza sale cualquier plan en cualquier dirección: norte, sur, este u oeste. A veces digo: Búscame en Altamira cuando me van a dar la cola para algún lado o digo: Déjame en Altamira, cuando me van a dejar en algún lugar céntrico.

Es casi imposible que estando en Altamira no hagas algo, puedes comer, rumbear, quedarte en un hotel de lujo y uno 3 estrellas, ir al gimnasio, celebrar un cumpleaños, tener una cena romántica, encontrarte con los panas, etc. Durante varios años he recibido el año nuevo en Altamira, así que cierro ciclos y comienzos otros desde ese emblemático lugar.

Hoy en día Altamira es una centro de esparcimiento, es salir un ratico a caminar, es sede conciertos, ha sido escenarios de confrontaciones políticas y permanece en la memoria de todos como emblema de la oposición, estar en Altamira es ver dibujado a quienes no se la calaban. Es refugio de quienes se sientes rechazados por la mayoría: gays, rockeros, punketos, hippies, entre otros; Altamira es mente abierta y conservadora al mismo tiempo.

Cuando alguien viene a Caracas tiene que conocer Altamira, que no es nada del otro mundo pero irónicamente no parece parte de la ciudad, es como un paréntesis o una excepción en la ciudad. En Altamira se instalaron los primeros estacionamientos de bicicletas – que nadie uso, ni entendió el uso-, las primeras luces en Navidad para decorar la ciudad, el semáforo funciona, la gente cambia cuando llega allí – la ultimas vez que eso sucedía era en el Metro-, hay gente bonita, tiene la transición perfecta entre la burguesía y la clase media.

En Altamira he visto practicas de yoga, ferias del libro, obras de teatro, conciertos, caminatas, maratones, desfiles, marchas, enfrentamientos, carnavales, entre muchas cosas. Tengo mi rutina armada para cuando viva en Altamira, despertar un sábado y subir al Ávila, desayunar en Migas, almorzar con la familia en Mamma Nostra, ir los domingos a la iglesia Don Bosco, luego bajar al Celarg a ver una obra o algún festival de cine, irme de rumba a Greenwich, quedarme un día en el Caracas Palace, sentarme en La Estancia a relajarme y luego volver a la casa de mis sueños frente a la Plaza Francia.

Mientras no viva allí seguiré soñando, hasta entonces siempre le diré al conductor del bus: Por Altamira me hace el favor señor!